fuente: Paulo Coelho para XLSemanal
San Antonio vivía en el desierto, cuando un día se le acercó un joven:
«Padre, vendí todo lo que tenía para así ayudar a los pobres. Sólo guardé unas pocas cosas para poder sobrevivir aquí. Me gustaría que me enseñase el camino de la salvación».
San Antonio le dijo al muchacho que vendiera las pocas cosas que había guardado y, con el dinero, fuese a comprar carne a la ciudad.
A la vuelta debía traer la carne atada a su cuerpo.
El muchacho obedeció. A su regreso fue atacado por perros y halcones, que querían un pedazo de carne.
«Ya estoy de vuelta», dijo el muchacho mostrando su cuerpo arañado, mordido, y las ropas hechas jirones.
«Aquellos que empiezan una nueva vida
queriendo mantener un poco de su vida anterior
acaban desgarrados por su propio pasado»,
fue el comentario del santo.
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