Vivir el presente para ser feliz
texto de Mercedes de la Rosa
La felicidad no está condicionada por las situaciones, no es un estado que se alcance, ni que se pueda perseguir. Según avalan distintos estudios e investigaciones, es posible ser feliz cada segundo de la vida, únicamente depende de uno mismo, de nada más
Esta misma idea de vivir el aquí y ahora no es nueva. Técnicas milenarias como el yoga o la meditación llevan siglos predicando la importancia de esta práctica. No obstante, en las últimas décadas esta idea ha sido acuñada por numerosos psicólogos, científicos y expertos en desarrollo personal que la han adaptado a la era actual.
El psicólogo de origen húngaro Mihaly Csikszentmihalyi –padre, junto a su colega Martin Seligman, de la llamada psicología positiva– bautizó este mismo estado de máxima felicidad, hace dos décadas, con el nombre de flow (flujo), que indica la absorción total que se experimenta cuando una persona se entrega de manera completa a cualquier actividad o tarea. Cuando esto ocurre, se tiene la sensación de que el tiempo vuela y las acciones, los pensamientos y los movimientos se suceden unos tras otros sin pausa. Seguramente la mayoría de las personas han experimentado esta sensación alguna vez viendo una película, leyendo un libro o manteniendo una conversación con un amigo: “Cómo, ¿ya han pasado dos horas?”. Y sí, lo han hecho, pero han estado tan absortos en el presente, que no han dado cabida a nada más.
También el profesor alemán Ekhart Tolle expuso esta misma idea en su superventas El poder del ahora, que vendió más de tres millones de copias en todo el mundo. Con 29 años, Tolle sufrió una depresión que le obligó a trabajarse interiormente. Fue entonces cuando descubrió la importancia de tomar conciencia del momento presente, para no perderse en pensamientos que únicamente provocan sufrimiento. Descubrió que así es posible sentirse feliz, pleno, vivo y en paz, a pesar de los condicionantes de la vida. “Cuando se consigue –apunta Larruy–, todas las situaciones se viven con las mismas ganas, disposición y gozo”. No hay, entonces, diferencias entre trabajo y ocio, entre semana y fin de semana, entre comer en un restaurante de menú o en uno con una estrella Michelin. Las barreras, según los expertos, las pone la mente.
Y ¿cómo se puede llegar a vivir de esta manera? Para Larruy hay tres pasos imprescindibles para lograrlo: “Tomar conciencia de la felicidad que está detrás de cada uno de los actos de una persona; tener una actitud positiva, activa y de entrega en la vida, y practicar unos minutos de meditación diaria”. En este último punto hacen también hincapié investigadores como Ekhart Tolle y Matt Killingsworth, componente del equipo de Harvard que lleva a cabo el estudio Track Your Happiness: “Si hemos comprobado que somos más felices estando centrados en aquello que vivimos y hacemos, entonces deberíamos encontrar lo que nos enseñe a mantenernos centrados y focalizados”. Y la meditación es, sin duda, la herramienta más potente para lograrlo. A través de esta, aseguran los expertos, se afloja la crispación del pensamiento, se alejan fantasmas de la mente y empieza a aflorar esa felicidad que está en la persona.
No es casualidad, pues, que el título de “hombre más feliz del mundo”, que otorgó un equipo de investigadores de la Universidad de Winsconsin, tras un minucioso estudio entre miles de personas, fuera para Matthieu Ricard, un biólogo molecular francés que decidió dejarlo todo para abrazar los hábitos budistas. La investigación midió el estrés y las emociones –tanto positivas como negativas– de miles de voluntarios, por medio de resonancias magnéticas que llevaban a cabo conectando 256 sensores al cerebro. Si los resultados se medían entre los índices 0,3 (muy infeliz) y –0,3 (muy feliz), Ricard logró –0,45. Lo que apuntaba que este monje, asesor del Dalai Lama, es mucho más feliz que el resto de los mortales.
Los resultados ratificaron que tanto Ricard como todos aquellos participantes que practicaban la meditación diaria tenían mucho menos estrés y emociones negativas reprimidas en su interior que los que no lo hacían, por lo que eran mucho más felices.
El estudio también constató que no hay que retirarse a un monasterio en Nepal, abrazar el budismo o renunciar a los bienes materiales (Ricard ha vendido millones de copias de algunos de sus libros como: En defensa de la felicidad o El monje y el filósofo, que ha destinado a obras sociales) para ser felices.
La felicidad, dicen estos expertos, es algo que está en lo más profundo de las personas, y sacarla es únicamente cuestión de voluntad y práctica. Al igual que un corredor se prepara físicamente para un maratón, a la mente se la puede preparar para rebajar los pensamientos y poder sentir la felicidad que reside en el interior. Además de la meditación, otras acciones que ayudan a acercarse a ella son tener una actitud activa y positiva frente a la vida y a quienes rodean a uno, y cultivar actividades que ayudan a estimular la parte afectiva, como la música, el baile o el arte. Porque, como dijo Tolstói: “El secreto de la felicidad no está en hacer siempre lo que se quiere, sino en querer siempre lo que se hace”. Y si se hace en presente, mucho mejor.
Tres pasos para ser felices:
1-Breve meditación diaria. Por las mañanas, dedicar 10-15 minutos a meditar. Sentarse en un lugar tranquilo, con la espalda recta y tomar conciencia del cuerpo, atender a sus sensaciones y, en particular, al movimiento de la respiración. Tras unos minutos, evocar una imagen que provoque un sentimiento de felicidad o amor, tratar de mantener la atención en el sentimiento que produce y soltar la imagen para vivir unos instantes esa alegría o felicidad. Los últimos minutos se pueden dedicar a analizar la mente y los pensamientos, como si se fuera espectadores de una película. Al tomar conciencia, los pensamientos se apaciguan.
2-Actitud positiva. A lo largo del día, tratar de movilizar la energía, la felicidad y la conciencia en todo aquello que se hace. Tanto en el trabajo, como con la familia, haciendo la compra o con los amigos, tratar de estar al 100%.
3-Afirmación de la felicidad. Por la noche, durante unos minutos, dirigirse a la parte más inconsciente de la persona para recordarse que es energía, felicidad y conciencia, y se quiere vivir desde allí.
El psicólogo de origen húngaro Mihaly Csikszentmihalyi –padre, junto a su colega Martin Seligman, de la llamada psicología positiva– bautizó este mismo estado de máxima felicidad, hace dos décadas, con el nombre de flow (flujo), que indica la absorción total que se experimenta cuando una persona se entrega de manera completa a cualquier actividad o tarea. Cuando esto ocurre, se tiene la sensación de que el tiempo vuela y las acciones, los pensamientos y los movimientos se suceden unos tras otros sin pausa. Seguramente la mayoría de las personas han experimentado esta sensación alguna vez viendo una película, leyendo un libro o manteniendo una conversación con un amigo: “Cómo, ¿ya han pasado dos horas?”. Y sí, lo han hecho, pero han estado tan absortos en el presente, que no han dado cabida a nada más.
También el profesor alemán Ekhart Tolle expuso esta misma idea en su superventas El poder del ahora, que vendió más de tres millones de copias en todo el mundo. Con 29 años, Tolle sufrió una depresión que le obligó a trabajarse interiormente. Fue entonces cuando descubrió la importancia de tomar conciencia del momento presente, para no perderse en pensamientos que únicamente provocan sufrimiento. Descubrió que así es posible sentirse feliz, pleno, vivo y en paz, a pesar de los condicionantes de la vida. “Cuando se consigue –apunta Larruy–, todas las situaciones se viven con las mismas ganas, disposición y gozo”. No hay, entonces, diferencias entre trabajo y ocio, entre semana y fin de semana, entre comer en un restaurante de menú o en uno con una estrella Michelin. Las barreras, según los expertos, las pone la mente.
Y ¿cómo se puede llegar a vivir de esta manera? Para Larruy hay tres pasos imprescindibles para lograrlo: “Tomar conciencia de la felicidad que está detrás de cada uno de los actos de una persona; tener una actitud positiva, activa y de entrega en la vida, y practicar unos minutos de meditación diaria”. En este último punto hacen también hincapié investigadores como Ekhart Tolle y Matt Killingsworth, componente del equipo de Harvard que lleva a cabo el estudio Track Your Happiness: “Si hemos comprobado que somos más felices estando centrados en aquello que vivimos y hacemos, entonces deberíamos encontrar lo que nos enseñe a mantenernos centrados y focalizados”. Y la meditación es, sin duda, la herramienta más potente para lograrlo. A través de esta, aseguran los expertos, se afloja la crispación del pensamiento, se alejan fantasmas de la mente y empieza a aflorar esa felicidad que está en la persona.
No es casualidad, pues, que el título de “hombre más feliz del mundo”, que otorgó un equipo de investigadores de la Universidad de Winsconsin, tras un minucioso estudio entre miles de personas, fuera para Matthieu Ricard, un biólogo molecular francés que decidió dejarlo todo para abrazar los hábitos budistas. La investigación midió el estrés y las emociones –tanto positivas como negativas– de miles de voluntarios, por medio de resonancias magnéticas que llevaban a cabo conectando 256 sensores al cerebro. Si los resultados se medían entre los índices 0,3 (muy infeliz) y –0,3 (muy feliz), Ricard logró –0,45. Lo que apuntaba que este monje, asesor del Dalai Lama, es mucho más feliz que el resto de los mortales.
Los resultados ratificaron que tanto Ricard como todos aquellos participantes que practicaban la meditación diaria tenían mucho menos estrés y emociones negativas reprimidas en su interior que los que no lo hacían, por lo que eran mucho más felices.
El estudio también constató que no hay que retirarse a un monasterio en Nepal, abrazar el budismo o renunciar a los bienes materiales (Ricard ha vendido millones de copias de algunos de sus libros como: En defensa de la felicidad o El monje y el filósofo, que ha destinado a obras sociales) para ser felices.
La felicidad, dicen estos expertos, es algo que está en lo más profundo de las personas, y sacarla es únicamente cuestión de voluntad y práctica. Al igual que un corredor se prepara físicamente para un maratón, a la mente se la puede preparar para rebajar los pensamientos y poder sentir la felicidad que reside en el interior. Además de la meditación, otras acciones que ayudan a acercarse a ella son tener una actitud activa y positiva frente a la vida y a quienes rodean a uno, y cultivar actividades que ayudan a estimular la parte afectiva, como la música, el baile o el arte. Porque, como dijo Tolstói: “El secreto de la felicidad no está en hacer siempre lo que se quiere, sino en querer siempre lo que se hace”. Y si se hace en presente, mucho mejor.
Tres pasos para ser felices:
1-Breve meditación diaria. Por las mañanas, dedicar 10-15 minutos a meditar. Sentarse en un lugar tranquilo, con la espalda recta y tomar conciencia del cuerpo, atender a sus sensaciones y, en particular, al movimiento de la respiración. Tras unos minutos, evocar una imagen que provoque un sentimiento de felicidad o amor, tratar de mantener la atención en el sentimiento que produce y soltar la imagen para vivir unos instantes esa alegría o felicidad. Los últimos minutos se pueden dedicar a analizar la mente y los pensamientos, como si se fuera espectadores de una película. Al tomar conciencia, los pensamientos se apaciguan.
2-Actitud positiva. A lo largo del día, tratar de movilizar la energía, la felicidad y la conciencia en todo aquello que se hace. Tanto en el trabajo, como con la familia, haciendo la compra o con los amigos, tratar de estar al 100%.
3-Afirmación de la felicidad. Por la noche, durante unos minutos, dirigirse a la parte más inconsciente de la persona para recordarse que es energía, felicidad y conciencia, y se quiere vivir desde allí.
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